Mes: enero 2015

Hollande en la gloria

Ayer escuché por la radio un dato que me parece tristísimo: la popularidad del Presidente francés, Françoise Hollande, en caída libre desde que asumió el poder, ha crecido diez puntos tras los atentados de la semana pasada. Ni más ni menos que diez puntos de popularidad, cuyo origen se me escapa. Juzgo muy razonable que la ciudadanía no cometa el absurdo de cargar en la persona del Presidente la culpa de lo ocurrido. Pero, a la luz de este dato, se diría que es cosa muy meritoria el que fanáticos maten a periodistas y agentes de tu policía, que detengan como rehenes a civiles y que mantengan, en fin, con el corazón en un puño durante una semana a tu capital y tu país.

Si en estos días ha habido alguien, o algo, que haya recogido el dolor de los franceses con emoción ése fue el Parlamento francés entonando la Marsellesa de forma espontánea

¿No se han reconocido, de hecho, errores durante los despliegues policiales que podían haber salvado vidas, por no hablar del seguimiento judicial sobre los hermanos Kouachi, que, de haber sido prorrogado, nos hubiese ahorrado la tragedia? Claro que la culpa directa de estos errores, o desafortunadas decisiones, no reside en Hollande, pero se entendería que los ciudadanos cargasen contra él como representante máximo y mayor responsable del funcionamiento de los organismos e instituciones públicas de su país. No. Los ciudadanos franceses valoran hoy un diez por ciento mejor a su Presidente que hace dos semanas.

Tal vez sea que éste a demostrado una capacidad sorprendente para hacer de su figura reflejo fiel del sentir mayoritario de los franceses; para encarnar, concretar, simbolizar en un hombre el desagravio cometido contra toda una comunidad; para proferir un discurso de palabras deslumbrantes que dejen constancia en las páginas de la historia de los dolorosos momentos vividos por los franceses, que no deben ser olvidados nunca si queremos aprender de ellos. Yo no he seguido las apariciones públicas de Hollande con especial cuidado estos días, pero muy burro he debido ser si se me ha escapado algo así. Si en estos días ha habido alguien, o algo, que haya encarnado los valores de la Francia con sinceridad, que haya recogido el dolor de los franceses con emoción y que haya dejado para la posterioridad un momento que nos remitirá siempre a los atentados de Charlie Hebdo, ése fue el Parlamento francés entonando la Marsellesa de forma espontánea.

La violencia y el conflicto tienen una gran capacidad para unir a un pueblo, y esto genera la impresión de que los pueblos, los ciudadanos, somos un poquito gilipollas

La tristeza del dato del aumento de la popularidad de Hollande (y ahora empiezo a decir lo que había venido a decir) radica en que sí se sabe su origen. Es triste porque no tiene nada que ver con Hollande, o con que los franceses sean gilipollas. La reacción de los franceses es la misma que la de los norteamericanos tras el 11-S, que la de los británicos cuando Thatcher fue con todo a las Malvinas. El rédito político que ahora puede sacarle Hollande a la desgracia es el mismo rédito político que los sucesivos gobiernos españoles le llevan sacando a ETA durante décadas. Cuando una nación sufre un ataque y aparece un enemigo concretable en un grupo armado, en un país extranjero, o en una cultura lejana, los ciudadanos tendemos a arropar a nuestro líder de turno. El miedo nos despierta una necesidad irracional de sentirnos guiados y aupamos a estas personas a posiciones de liderazgo que no obtendrían en ninguna otra circunstancia. Da igual que su papel en el instante crítico sea bochornoso, como en el caso de Bush; casual, como el de Hollande; o, peor, provocador, como Thatcher.

La violencia y el conflicto tienen una gran capacidad para unir a un pueblo, y esto genera la impresión de que los pueblos, los ciudadanos, somos un poquito gilipollas, que nos va el rollo, como dice mi padre. Que en los momentos jodidos resulta que no nos parece tan mal asumir el rol de rebaño pastoreado por quien sea, con tal de que lleve un palo; que tenemos serias incapacidades para realizar análisis de causa-efecto en los problemas complejos y peligrosos (si el efecto es aumentar la popularidad de Hollande, creo que no hemos entendido en qué consiste la causa), y abandonamos esta ardua labor a las manos de nuestros líderes porque no nos gusta tomar decisiones. Que somos manipulables, y que la democracia, por tanto, es un sistema débil, muy débil. Parafraseando a Churchill (éste fue maestro en sacar beneficio político de la guerra): el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio. En este caso, un votante explicando por qué Hollande es ahora mejor Presidente que hace dos semanas.

Principios buenos, principio malo

Contrasta en mi cerebro («contrasta en mi cerebro» he ahí una expresión para que se rían) la lectura de este artículo sobre grandes inicios de la historia de la literatura con el recuerdo aún fresco del inicio de novela que creo que más me ha desagradado nunca. Pertenece a Las desconocidas, y se lo debemos a Patrick Modiano, al que me había acercado debido a ese inaguantable sentimiento de culpa que produce el nombramiento del Nobel a un hombre que desconocías completamente. Aquí la frase:

«Aquel año el otoño llegó antes de lo habitual, con la lluvia, las hojas muertas, la bruma sobre los muelles del Saona.»

Veamos: «aquel año el otoño llegó antes de lo habitual», ¿no había una expresión más indiscretamente literaria?; «con la lluvia, las hojas muertas, la bruma», sí, vamos, lo que viene siendo un otoño; «… sobre los muelles del Saona» ah, que estamos en Francia, bien, algo muy inesperado tratándose de una novela de Modiano, pero se agradece algo de información.

Leí dos páginas más y lo he abandonado. Le daré otra oportunidad con alguna de sus novelas más reputadas. Tal vez os lo cuente y todo.

Reseñas literarias (IV): Especial resumen 2014

Qué serio y qué profesional, qué tópico y qué comunicativo suena eso de «especial resumen 2014». Estaréis pensando, a dónde vas, Álvaro, bueno, vamos allá donde nos permita llegar un espacio que lleva la palabra «breva» en su cabecera.

Bien, sin más dila(ta)ción, esto es lo que me he metido para el cuerpo en el año pasado. Van título, autor y corto comentario (por su extensión y por su utilidad).

2014

Fortunata y Jacinta (Vol I) (Galdós) 29-01 Que Galdós escribía con una escoba…já

Bajo treinta (Antología) (VV.AA.) 15-02 Cuentos de autores jóvenes españolas. No deslumbran.

La isla del fin de la suerte (Lorenzo Silva) 08-03 Policiaca. Muy ameno. A veces se agradece esa sensación de estar “enganchado” a una lectura. El único problema es que se trataba de un experimento en el que, a través de Internet, los lectores proponían al final de cada capítulo quién moría y cosas así y Silva continuaba. Entonces decidió hacer tres resoluciones diferentes, en cada una el criminal resulta ser un personaje diferente. Esto rompe totalmente el encanto de las tramas policiales en que el desenlace debe ser sorprendente pero encajar con todo lo anterior.

Hijo de hombre (Augusto Roa Bastos) 17-04 Muy interesante. Está trufado de modismos en lengua guaraní que dificultan su lectura, pero al cabo, uno se sorprende de lo que llega a caber en este libro tan fino: el mito, la religión, la guerra, la historia de un país (Paraguay), la guerra de clases, la magia.

Crónica de una muerte anunciada (G.G.M.) 18-04 Homenaje.

La mancha humana (Philip Roth) 01-06 Grandísimo. ¿Qué puedo decir yo de este libro, de este autor? Pocos pueden bucear, indagar en el alma humana con la inteligencia y el conocimiento que muestra Roth.

El largo viaje (Jorge Semprún) 12-07 El final me resulta de las cagadas más sorprendentes que me he encontrado nunca en una novela.

La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Junot Díaz) 24-07 Ni tan maravillosa, ni mucho menos breve, ni tanto de Óscar. Si uno se sorprende de que en Hijo de hombre quepa todo lo que cabe es porque existen libros como éste, intentos fallidos de realizar una proeza semejante. Si esto es un Pulitzer que le den ya el nobel a Franzen.

Mantón negro (relatos) (Luigi Pirandello) 27-08 Dejan poso. El final cortante de alguno de ellos me agradó muchísimo

Beltenebros (Antonio Muñoz Molina) 07-09 Gran capacidad para la metáfora. En general te da la sensación de que el estilo de Muñoz Molina le queda algo grande a esta historia. Yo es que no soy muy amigo de la novela policial, como vais viendo.

La vida imposible (microrelatos) (Eduardo Berti) 18-09 Che, pues divertidos, qué te voy a decir. No debe ser nada fácil ajustar la prosa de uno, el ritmo, la narración, a cinco, diez o veinte rengloncitos de nada.

Nada (Carmen Laforet) 28-09 Me cuesta comentarlo…Buena lectura, no sé qué más añadir.

Fortunata y Jacinta (Vol II) (Galdós) 15-10 O también: una mierda iba a escribir Galdós a escobazos, vol II. Joder, Galdós es el narrador, ostias, es nuestro John Ford de las letras, con permiso de Cervantes. Todo es fluir, todo es naturalidad, el estilo parece desaparecer, y no concibo nada más difícil que eso, conseguir que el cristal que pone el escritor, por el que el lector se asoma a la historia, sea puramente transparente y que el que lee crea que los personajes, las escenas, los diálogos, los lugares…simplemente son. Y Fortunata, inmenso personaje. Gloria a Fortunata para siempre. Se me pone dura con Fortunata.

La tregua (Mario Benedetti) 23-10 Esto se supone que es profundo. ¿Cómo ha conseguido esto diez o trece o no sé cuántas ediciones? No digo que sea una puta mierda, pero es un éxito desmesurado para lo que es… En fin, tiene puntos graciosos. Le perjudicó lo de ser leída justo después de Fortunata.

Rinconete y Cortadillo (novela corta) (Cervantes) 28-10 Qué voy a decir yo de esto.

Ejército enemigo (Alberto Olmos) 02-11 Ya me explayé aquí así que no quiero detenerme mucho aquí. Olmos es bueno, pero puede dar más.

Off-side (Torrente Ballester) Puta barbaridad. No llega a la altura de La Saga/Fuga (aunque Olmos opine lo contrario), pero es que Torrente es muy bestia. Capacidad de fabulación, diálogos top, personajes íntegros y fascinantes, su estilo homorístico, crítico y vigoroso (en ocasiones un poco excesivo, como la conversación final) y un ritmo incapaz de desfallecer. Durante la lectura de Galdós me acometía la duda de qué sería de sus personajes sin Dios. Con Torrente la duda consiste en qué serían sus personajes sin el sexo, o sin la sensualidad.

Torquemada en la Cruz (Galdós) Obra menor de Galdós, que además le deja a uno con la duda de por qué acaba donde acaba. Sigue inquitando, y mucho, que la idea determinante por la que la gente midiese sus decisiones en la época que le tocó a don Benito fuese la de un señor de luengas barbas observando sus acciones desde una nube.

Esto eso todo, amigos. Espero daros pronto nuevas reseñas. Salud y Libros.