La peor demanda

Hoy me he encontrado en Nuevos Ministerios una hoja de la edición en español del New York Times que ofrece El País los jueves. Lo único que valía la pena era un artículo sobre la situación actual de los habitantes de Puerto Príncipe tres meses después del terremoto (el de verdad y el mediático). Leyéndolo me he topado con lo que tal vez pueda ser el ejemplo más triste, sin por ello perder validez, del funcionamiento de la ley de la Oferta y la Demanda en que se basa el capitalismo. Juzguen ustedes mismos, porque a mí no se me ocurre uno más doloroso:

En esta céntrica calle, el levantamiento del estado de excepción es más evidente aún: los cadáveres han desaparecido, el hedor de la muerte se ha ido,  y los médicos extranjeros que se ocupaban de la clínica de la comunidad han vuelto a sus casas. Louis Fils, un fabricante de ataudes de 66 años de edad que vendía a precios desorbitados justo después del terremoto, ahora está de liquidación.

Ya ven, incluso los muertos son un público demandante. El más allá será un límite para los hombres, pero no para la Oferta y la Demanda.

Os dejo aquí el link a la noticia entera (en inglés)

P.D.: Soy tan idiota que me dejé la hoja de periódico en el tren y ahora he tenido que buscar el artículo en la página web del New York Times porque en la de El País no está gratuitamente. Y claro, también lo he tenido que traducir, con lo que el texto es un poco más pobre que el original.

2 comentarios

  1. y tú me pegas un tiro a mí y yo a tí…pero tiene que ser a la vez. No vale hacer trampas.

    ..qué hariamos sin la conciencia social ¿Verdad?
    Y Chile y Dufour y El Tibet y las ballenas y las focas…Y los niños soldados, y las penas de muerte…

    Sí, por supuesto ¿Qué hariamos sin la concienca, social?

    Genial, Gato ¡¡Cómo siempre!!

    Hay muchos organismos sin fronteras…está muy de moda, ¿Podiamos hacer uno?

    …Qué tal…¿Cociencia sin fronteras tres uves dobles?

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    1. Gracias por comentar, Anele. Sin no existiese conciencia social es que no existiría sociedad, creo.
      En cuanto a lo de nuestro organismo sin fronteras ¿qué te parece si lo dejamos para cuando se haya pasado de moda?
      Un saludo.

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